Según la tradición, estos árboles fueron plantados por los Iberos, que a su vez los adquirieron a los Fenicios, quienes los introdujeron en la Península Ibérica 1.000 años a.c. en el poblado Ibero del Coll del Moro la tribu de los ilercavones controlaban el extenso territorio donde confluyen las vías de comunicación naturales entre el Mediterráneo, Bajo Aragón y las tierras del interior.

Vivimos entre olivos que quizá no sean lo más bonitos, ni los más productivos… pero son los que a nosotros nos gustan más. Y estamos enamorados de nuestras aceitunas y nuestro aceite. Nuestros olivares Milenarios están en Gandesa en Coll del Moro, Terra Alta y en Trasmoz del Moncayo, tierra de brujas y poetas, tenemos las otras fincas. Y es que desde antiguo el aceite de oliva ha formado parte de nuestras vidas. Algo con lo que nos divertimos y que hacemos a nuestra manera.

Se efectúa un riguroso control sobre cada árbol, aplicando los tratamientos más adecuados y correctos en cada caso, guardando el control de plagas, los plazos de seguridad en su aplicación, no empleándose producto alguno en los 70 días previos a la recolección. Para mantener la humedad y evitar dañar el medio ambiente con los restos de las podas, en vez de realizar la quema de las ramas se procede a su triturado, quedando los restos como un manto natural que retiene la humedad y sirve de abono orgánico a las plantas.

El aceite de oliva virgen extra, y sin filtrar, es el mejor aceite desde los puntos de vista dietéticos y nutricionales. Se han efectuado numerosos estudios por prestigiosos investigadores de todo el mundo, quienes han reconocido su efecto beneficioso para el organismo y recomiendan su consumo.
Los ácidos grasos que contiene favorecen la producción del colesterol bueno, que previene las enfermedades cardiovasculares. Actúa también de forma beneficiosa sobre el sistema digestivo. Por su alto contenido en calcio, es especialmente recomendable para los niños